La Semana Santa de hoy, La Semana Santa del ayer

Sueños y utopías cofradieras (prólogo)

Paso de Misterio Cristo de Hinojos
Fotomontaje del paso de misterio de la Columna y Azotes (Las Cigarreras). Cristo atribuido a Benito de Hita y Castillo y grupo escultórico de José Antonio Navarro Arteaga. (Foto original: ybam)

El célebre dramaturgo español Calderón de la Barca escribió que la vida es sueño, y los sueños, sueños son. ¡Qué sería del hombre sin los sueños! ¿Y la vida cofradiera? Me atrevo a afirmar que el cofrade también sueña en clave cofradiera. Y sueña despierto imaginando su cofradía de tal o cual manera, a su Cristo o a su Virgen con la túnica o la presea que su imaginación y su amor les puede ofrecer. ¿Quién no ha imaginado ver a su Virgen bajo el palio de sus sueños o tocada por la corona más preciosa y perfecta que el cincel del hombre pudiera labrarle? O mientras paseamos por las calles de la ciudad, perdiéndonos por la más ensortijada de las callejas o la más recoleta de las plazuelas, soñar el Paso de Cristo apareciendo de la nada como un ascua de luz, refulgente y rotundo en un todo perfecto… porque para nosotros ese sería el momento y el escenario perfecto. O los que como el que escribe somos de aquellas personas que sin haber conocido aquella imagen o aquel palio, aquella casa o aquella iglesia, nos sentimos profundamente atraídos por ellos, creyendo y pensando que el antes y lo que se fue eran un poco mejor… o al menos, de otra forma. No obstante, no siempre es ni ha sido así y no todo lo anterior era merecedor de perpetuarse o haber llegado hasta nuestros días.

Un servidor se considera un amante de las cosas antiguas o las de antes. Deteniéndome en la recreación de las fotografías antiguas en blanco y negro o sepia, admiro las buenas formas que antaño se destilaban y cómo se cuidaban los detalles, la armonía, las proporciones… Asimismo, me contraria en grado sumo comprobar que la historia ha podido ser muchas veces injusta y caprichosa con algunas de esas cosas, tales como la pérdida fortuita, consensuada o intencionada de una imagen, enser o pieza artística o incluso de algún templo, monumento o edificación. Podría poner numerosos ejemplos tanto en mi Málaga natal como en la Sevilla a la que tanto amor también profeso. Desde mi admirado e idealizado Crucificado de Mena perdido en 1931, a la Iglesia de la Merced incendiada aquel mismo año, así como la destrucción del castizo arrabal perchelero en mi Ciudad del Paraíso; o los primitivos titulares de la cofradía de los Gitanos desaparecidos en 1936, pasando por las antiguas puertas de la muralla medieval derribadas durante el último cuarto del siglo XIX, o el portentoso manto procesional de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad de la hermandad de los toneleros bordado por las Antúnez, hecho cenizas en un infortunado incendio en 1955, todos en mi admirada Ciudad de la Giralda. Empero, no siempre habré de lamentar y evocar piezas u objetos destruidos, sino también los que durante un tiempo pertenecieron a un propietario que en mi opinión (y a veces la de otros muchos) eran los ideales puesto que armonizaban sobremanera, porque desde nuestra perspectiva estética fueron ciertamente afortunados y celebrados. Hablo, por ejemplo, de la enajenación del fantástico paso que Castillo Lastrucci construyó para el Cristo de la Expiración de Triana, nuestro Cachorro de la Cava vieja, resultando que muchos han sido los cofrades que se ha lamentado por ello. También podría hablar de la venta de los antiguos y fabulosos conjuntos bordados de palio y manto que poseyó la trianera Virgen de la O, ambos de las afamadas hermanas Ana y Josefa Antúnez. Como también de la pérdida del depósito que la cofradía de las Cigarreras obtuvo durante apenas dos decenios sobre una maravillosa escultura de Cristo Atado a la Columna, talla recientemente atribuida al escultor Benito de Hita y Castillo que hoy se localiza en Hinojos. Y así podría seguir.

Particularmente y en clave cofradiera, me he imaginado cómo sería si hoy pudiésemos ver aquella imagen en el paso actual o incluso en el que un día tuvo, o a aquella dolorosa con su antiguo manto o bajo su perdido palio; o la cofradía tal discurriendo por la aquella plaza justo delante de aquel precioso palacio derribado no ha tanto tiempo… Por ese sendero vino mi reciente afición a la coloración de fotografías antiguas donde, sobre todo, se recogiesen estampas de un pasado irrecuperable. De ese modo me resultaría más sencillo a la par que atractivo imaginar pero también ver cómo sería hoy, en la actualidad.

Tras este algo extenso prólogo voy a pasar a una segunda parte de estas utopías y sueños cofradieros donde ilustraré tales quimeras mediante unos fotomontajes que me he atrevido a elaborar. Espero y deseo que el lector no encuentre en ellos más que la inocua ilusión del cofrade que en su particular visión histórica e idealizada de las cosas, evoca un pasado no tan lejano al mismo tiempo que lo expone como ensoñadora propuesta estética, nada más que eso. Desde ya agradezco dicha comprensión.

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