
Desde su aparición en la secular historia de la Semana Santa y sus hermandades y cofradías en la segunda mitad del siglo XIX, el arte de la fotografía ha jugado un papel ciertamente singular en la vida de las mismas, tanto desde el punto de vista documental como del divulgativo. Como testimonio gráfico de su historia así como de la celebración de la propia fiesta, las ilustraciones cofradieras pronto se convirtieron en el reflejo de los textos descriptivos de las guías románticas, como también en imprescindibles documentos gráficos de las crónicas y reseñas periodísticas de los diarios locales de la época. En el campo de la investigación de las hermandades penitenciales y ante la lamentada escasez de fuentes documentales escritas, debida -en gran parte- a la destrucción de los archivos de las hermandades así como de los episcopales y parroquiales en los funestos acontecimientos de los años treinta del siglo pasado, la proliferación de fotografías antiguas, ya sean del periodo anterior a los hechos referidos o de la etapa posterior, ha servido y sigue sirviendo de base para el estudio de la vida de estas corporaciones compensando

-en parte- esa carencia documental. Las litografías y grabados de los siglos XVIII y XIX que ilustraban y ornamentaban las antiguas cartas de hermandad, patentes o cédulas de hermano de nuestras fraternidades favorecieron la popularidad devocional de los iconos pasionistas reforzando, ademas, el peso específico social detentado por las corporaciones a través de la promoción de sus tareas, tanto cultuales como asistenciales (1). Asimismo, la difusión y circulación de aquellas estampas hicieron posible que el devoto tuviese acceso visual a la imagen en cualquier momento, promoviéndose en mayor medida su devoción popular además de favorecer la identificación de los simulacros sagrados. Si aquellas ilustraciones han servido de base documental a los historiadores e investigadores que han estudiado el pasado de las cofradías, sobre todo en el periodo comprendido desde la Ilustración hasta el último tercio del Ochocientos –etapa a la que se deben la mayor parte de las litografías y grabados conservados-, la fotografía ha supuesto un pilar fundamental para el análisis de la historia más reciente de estas asociaciones religiosas, como también sus aspectos procesionales, iconográficos, artísticos y un considerable etcétera, particularmente a partir del último tercio del siglo XIX con la aparición de las primeras fotografías.

LA UNIÓN MERCANTIL Y SU REVISTA ILUSTRADA, VEHÍCULOS DE DIFUSIÓN DEL TURISMO MALAGUEÑO Y LA SEMANA SANTA

En este sentido vamos a dirigir la temática del presente artículo tomando como eje central una serie de fotografías realizadas hace casi un siglo, ya que están fechadas en 1922, recién iniciada la etapa de esplendor que vivió el procesionismo malagueño a raíz de la creación de la Agrupación de Cofradías un año antes. Todas fueron realizadas por el mismo autor y guardan en común idénticos rasgos estéticos (encuadre, localización, luz natural y artificial…) y comparten como tema central la Semana Santa de aquel año. Estas quince conocidas instantáneas debidas al reputado fotógrafo Francisco Sánchez fueron publicadas en las páginas 26 y 27 del semanario gráfico La Unión Ilustrada el miércoles 26 de abril, revista perteneciente a la misma empresa que el diario local La Unión Mercantil, célebre e influyente periódico de ideología conservadora fundado el 2 de enero de 1886 por el empresario catalán José Creixell Olivella (copropietario de una imprenta homónima abierta en 1885 junto a su paisano Pedro Poch en la calle del Marqués (2) y el reconocido periodista y primer director Antonio Fernández y García. El rotativo se erigió en el principal vehículo de comunicación escrita de la provincia y en el más importante de Andalucía siendo dotado de un talante liberal y progresista. Años más tarde y tras recuperarse del fallecimiento del director del diario y de los efectos de la violenta riada de 1907 que afectó notablemente las instalaciones de la empresa familiar, el 5 de septiembre de 1909, Creixell pondría en circulación el magazín semanal gráfico La

Unión Ilustrada, filial del periódico que acabaría convirtiéndose en la revista más cualificada de la región y en una de las más prestigiosas de su género de España y América (3). En 1912 el patriarca familiar cedería a su hijo Antonio Creixell de Pablo-Blanco la propiedad del diario y el semanario. Desde sus inicios Las Uniones -como gustaba llamarlas a sus redactores- tuvieron un especial protagonismo en la difusión y promoción de Málaga, contribuyendo a la idea de fomentar el turismo como actividad económica alternativa, mostrando, de acuerdo con la naturaleza de la revista -en el caso de La Unión Ilustrada-, las mejores fotografías y postales de la provincia, difundiendo, a través de la imagen, muchos de sus valores turísticos y sentando las bases -junto a otras revistas de su género- del periodismo turístico posterior (4). Ya desde 1872, otro diario local como El Avisador Malagueño había visto la necesidad de informar y recoger las noticias relativas a esas incipientes actividades relacionadas con el turismo, promovidas por las colonias de extranjeros (ingleses, franceses, alemanes…) que tradicionalmente habían venido asentándose en la ciudad, las cuales daban a conocer las singularidades y características peculiares de nuestra tierra en sus lugares de origen mediante órganos de expresión y opinión redactados en su lengua nativa (5). De ese modo, los diarios malagueños fueron pioneros en el fomento del turismo advirtiendo en él una salida a la crisis económica que padecía la provincia como consecuencia de la desindustrialización, ya apuntada por la burguesía local (6).


No debe sorprendernos que dentro de ese ámbito la gran fiesta de la ciudad se viera involucrada y sus procesiones de Semana Santa comenzaran a ser objeto de atención de aquellos periódicos del último tercio del siglo XIX. La desaparición de El Avisador Malagueño en 1893 dejó el papel principal a La Unión Mercantil como divulgador y difusor del turismo en cuyo marco se encuadraban las cofradías y sus actividades, propósito continuado por el semanario gráfico La Unión Ilustrada a partir de 1909 y otras publicaciones locales de inicios del siglo XX. En este sentido, no cabe duda que la incorporación de la fotografía al periodismo había supuesto, en primer lugar, el desarrollo de la información y de las revistas gráficas, y con ellas un nuevo modo de entender la información como un todo (texto e ilustración); y en segundo lugar, la posibilidad de mostrar imágenes al gran público de los lugares de interés turísticos (7). Por supuesto, los medios de información de José Creixell, fieles además a su línea conservadora, mostraron una especial sensibilidad hacia la Semana Santa, verdadero fenómeno religioso de la ciudad, dedicándole crónicas, noticias e ilustraciones, mostrando un compromiso en consonancia con la importancia de esta celebración pasionista. Ambas publicaciones serían las protagonistas de nuestra historia reservando un papel ciertamente privilegiado a las procesiones de Semana Santa de 1922 y en concreto a algunas de las cofradías de mayor arraigo y popularidad de la ciudad.