Devociones perdidas, La Semana Santa del ayer

Una postal inédita y centenaria del Nazareno del Paso

Jesús Nazareno del Paso sobre su trono procesional la mañana del Jueves Santo 1 de abril de 1920. Iglesia parroquial de Santo Domingo de Guzmán y San Carlos. (Foto: Colección Francisco Gómez)

 

Demasiado tiempo. Un servidor es consciente del prolongado periodo de tiempo que ha transcurrido desde la última vez que este blog se actualizó. Han sido más de dos años desde que escribí la cuarta entrega del artículo dedicado a la Semana Santa de 1922 y el diario «La Unión Mercantil». Aún queda una última parte, la cual debo a los que tuvieron la deferencia de dedicar su tiempo a leer aquel modesto trabajo. Sin embargo, las circunstancias no me han permitido poder dedicar el tiempo necesario que este espacio virtual merece, para tratar de mantener la línea que desde el principio tracé que pretendía aportar algo novedoso que despertara la curiosidad y el interés del aficionado a la lectura de estos temas que tanto nos apasionan. Durante este tiempo he escrito una serie de esbozos de numerosos temas e ideas relacionadas con la religiosidad popular, la estatuaria sagrada y otros aspectos de la Semana Santa, volcados en mi cuenta de la red social Instagram. Espero que con el tiempo pueda desarrollarlos además de seguir aportando nuevos artítulos.

Hoy recupero la actividad de este blog con una doble intención y propósito. Por un lado, hacer pública una postal inédita del Nazareno del Paso datada hace exactamente un siglo, fotografía que un amigo y cofrade compartió conmigo hace casi dos años y que he guardado como oro en paño con el deseo de haberle dedicado un texto en consonancia con el valor del documento gráfico. Y, por otro lado, deseaba dejar constancia escrita de la trágica excepcionalidad que la Humanidad está viviendo desde hace unas semanas a consecuencia de la tremenda pandemia que estamos sufriendo, especialmente nuestra nación. Esta plaga ha traído consigo la alteración casi total de nuestra vida cotidiana y la cancelación y suspensión de cualquier evento social, deportivo y también religioso, entre los que se halla la celebración de los desfiles procesionales en la ya inminente Semana Santa de 2020. Esta circunstancia no se producía en España y en concreto en Málaga desde el periodo de la II República y tras la lamentable «Quema de Conventos» de 1931 y los asaltos a los templos de 1936. La última vez que las cofradías no salieron en procesión en Málaga fue en 1938. Este año no habrá procesiones en ningún punto del país. Es por estos motivos por los que voy a hacer algo que no deseaba hacer y es saltar el orden natural que el blog debía seguir con el último capítulo del trabajo antes referido de la Semana Santa de 1922 y hacer una especie de alto en el camino para hablar acerca de esta magnifica fotografía que aquí puede disfrutar el lector.

 

Resulta sorprendente y emocionante a la par que gratificante que en los tiempos que corren continúe apareciendo documentación gráfica inédita relacionada con las imágenes procesionales y con la Semana Santa en general. Es el caso que nos ocupa. Sólo para el coleccionista (pienso que a estas alturas podría considerarme como tal) y para el amante o aficionado a la fotografía cofradiera, aunque también la vinculada a esta temática como podría ser la imaginería procesional o la escultura sacra, sólo ese reducido grupo es sabedor de la emoción que embarga al aficionado o curioso cuando descubre una postal o estampa inédita o desconocida.

Reverso de la fotografía donde aparece manuscrita la fecha. (Foto: Colección Francisco Gómez)

Justamente hace dos años un buen amigo y cofrade, conocedor de mi pasión por la fotografía cofradiera e histórica, tuvo a bien hacerme llegar una postal que guardaba en su archivo familiar. La estampa había pertenecido a su abuela y al fallecer ésta hace veinte años, la parte de la colección fotográfica relacionada con la Semana Santa pasó a su nieto cofrade, mi amigo. Entre las fotos se hallaba una a la que tal vez mi amigo no le prestó atención en su momento, hasta hace dos años cuando me la dio a conocer. La postal recogía el conjunto procesional del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso dispuesto para la salida del Jueves Santo en el interior de la iglesia de Santo Domingo y, delante del trono, aparecía un niño vestido con la túnica de nazareno de la archicofradía. Aquel niño era el tío abuelo de mi amigo. La estampa tuvo lugar el Jueves Santo 1 de abril de 1920, hace ahora cien años. Al menos, es lo que podemos deducir gracias a la fecha escrita a lápiz en el reverso de la postal que dice: 1º/4. 1920. Me inclino a pensar que esos números indican que se trataba del día primero de abril de 1920, aunque -obviamente- no se puede afirmar con rotundidad. Por las características de la fotografía y por una muy similar -aunque con el trono visto de tres cuartos y algo girado hacia su izquierda- cuyo autor es Francisco Osuna, pienso que ésta que vemos podría ser del mismo fotógrafo.

Veamos qué nos aporta la curiosa y magnífica ilustración centenaria. En primer lugar hemos de destacar a la desaparecida imagen titular de la hermandad del Dulce Nombre de Jesús del otrora convento de Santo Domingo, entronizada sobre las andas debidas al entallador local Andrés Rodríguez Zapata que habían sido estrenadas en 1908. Aparece el devoto Nazareno del Paso bajo la bóveda de la nave de la Epístola, ubicándose el trono en el espacio anterior a la tercera capilla (desde la cabecera de la iglesia), la que en 1789 había sido otorgada a la cofradía de la Concepción y que en el siglo XIX cobijó al Crucificado de Pedro de Mena en aquel retablo rococó decorado con espejos, capilla donde en la actualidad se veneran los titulares de la hermandad de la Humillación. Al fondo de la nave y en penumbra se adivina la capilla del Santísimo o de la Virgen del Rosario. Por la luz que posee toda la escena me atrevería a conjeturar que la puerta por la que salían los «pasos» se hallaba abierta para que el reflejo del sol facilitara la iluminación de la fotografía. Volviendo a la información que nos facilita la imagen, podemos comprobar que el trono se encontraba a ras de suelo y sin patas, costumbre habitual en la época, siendo horas antes de la procesión cuando se montaría la mesa de madera para alzarlo y poder ser posteriormente portado. La inolvidable talla del Señor se exponía ataviada con su ajuar procesional -como no podía ser de otro modo-, lejos de las modas y las innovaciones tan en boga hoy día. La imagen, con sus tradicionales tirabuzones, vestía su fabulosa túnica morada bordada con motivos de rocalla del siglo XVIII, tocada con la corona de espinas de plata de tipo turbante y las potencias de rayos lisos, cargando la soberbia cruz  dieciochesca de ébano y plata. Precisamente para la salida procesional de 1920 el trono presentaba algunas reformas que se centraban principalmente en su iluminación, después de la fallida reforma acometida en 1918 por Luis Barrera en Madrid, en la cual le fueron añadidos diversos elementos metálicos como unos faroles y un dosel, piezas que fueron retiradas ante la opinión negativa de los cofrades de la Esperanza y del pueblo. Los estrenos de aquel año que podemos ver en la fotografía consistieron en «un juego completo de alumbrado tallados en oro estilo Luis XV, con guarda brisas de cristal morado, obra del insigne escultor don Francisco Palma» , como infomaba el diario local El Regional en su edición del mismo 1 de abril. El alumbrado eran los conocidos arbotantes cuyas tulipas llevaban gas acetileno para iluminar a la imagen. Con estos añadidos, el autor de la reforma, el citado escultor y tallista antequerano afincado en Málaga, Francisco Palma García, lograba una sintonía artística con el trono de Zapata, tallando un juego de candelabros airosos pero de una altura escasa que no entorpecía la visión del Dulce Nazareno, sorprendiendo algunos brazos en los ángulos que descendían de forma armónica. No podemos obviar el llamativo detalle del color de las tulipas en cristal morado.

Detalle de la estampa donde se aprecia con mayor resolución al desaparecido Nazareno del Paso. (Foto: Colección Francisco Gómez)

Sin duda, el motivo principal de que esta valiosa postal haya llegado hasta este espacio y de que la hayamos conocido es el niño que aparece retratado junto al Nazareno del Paso. Como hemos visto más arriba, fue tío abuelo del propietario de la fotografía, y su nombre fue Amaro López, llamado cariñosamente en el entorno familiar como Amarito. Amarito vestía la elegante túnica de penitente (así se llamaba en Málaga a la figura del nazareno) de la archicofradía de la Esperanza luciendo una faraona sobre la cabeza y portando en su mano derecha un pequeño bastón. El hábito penitencial de la corporación tomaba como modelo el usado por los nazarenos de la hermandad sevillana de la Macarena, diseñado por el célebre bordador y vestidor Juan Manuel Rodríguez Ojeda. En aquellos años algunas cofradías malagueñas pusieron sus ojos en la popular cofradía hispalense, tomando prestados diversas formas e incluso elementos procesionales, como fue el caso de la propia hermandad de la Esperanza, la congregación del Cristo de la Buena Muerte y Ánimas (Mena) o las cofradías Fusionadas. En el caso de la primera hubieron varios detalles inspirados en la hermandad de la Madrugada sevillana, como el referido hábito penitencial, el atuendo de la Dolorosa o el palio, que incluso lució durante décadas el escudo de San Gil, parroquia donde tuvo su sede la Macarena durante siglos. El equipo nazareno se componía de sotana o túnica de lanilla en color blanco con botonadura y ceñida por cíngulo de oro, capa del mismo tejido y color con la cruz de Santo Domingo en el hombro izquierdo y capirote de terciopelo morado o verde, según el «paso». Además, el penitente llevaba un escapulario sobre el pecho y calzaba sandalias, calzado hoy día tan en desuso en nuestras procesiones.

Aspecto del conjunto procesional del Nazareno del Paso (ca. 1920). (Foto. Francisco Osuna)

Hoy hace un siglo que aquel niño posó junto a su Cristo antes de salir de nazareno.

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