
La noche del 11 al 12 de mayo de 1931 la ciudad de Málaga se vio sumida en una vorágine destructiva sin parangón en su historia, fruto de la acción descontrolada y posiblemente premeditada promovida por numerosos grupos de ciudadanos, tanto locales como de la provincia, de evidente tendencia anticlerical e iconoclasta. Los sucesos que tuvieron lugar son célebremente conocidos como La Quema de Conventos, durante los cuales fueron asaltados y destruidos la práctica totalidad de los edificios religiosos de la ciudad, así como otros de carácter privado, sin olvidar el valioso patrimonio de las hermandades y cofradías de Pasión que resultó arrasado y destruido casi por completo. Es inevitable hacer un ejercicio de reflexión para tratar de imaginar el grado de virulencia que se alcanzó, aunque, si bien no conllevó un perjuicio humano relevante salvo varias decenas de heridos, sí supuso la entrega y sumisión de la ciudad a un absoluto frenesí destructivo de su propio patrimonio artístico e histórico, así como cultural y religioso. La ciudad escribió su infamia con letras tiznadas de hollín, sepultando en apenas unas horas, la espléndida y dorada década de los años veinte de su renaciente y brillante Semana Santa. Sobre los perfiles del cataclismo social y cultural que significaron aquellas lamentables jornadas, hemos tratado en este espacio con anterioridad (1). En esta ocasión nos centraremos en un caso más particular.

Como es bien sabido, la Quema de Conventos de mayo de 1931 implicó la desaparición o destrucción del acervo artístico e histórico de la inmensa mayoría de las cofradías malagueñas, incluyendo, claro está, sus imágenes titulares. En algunos casos y tras el feroz ataque, el daño colateral supuso la desaparición de las fraternidades (2), algunas de las cuales no retomaron su actividad corporativa ni cultual hasta varios decenios después. La hermandad de referencia no sufrió esta vicisitud como consecuencia de los referidos sucesos, puesto que en 1931 se hallaba inactiva. La cofradía había sido fundada entre agosto y septiembre de 1893 en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen (3), si nos atenemos a la información publicada en el diario La Unión Mercantil el Viernes Santo 23 de marzo de 1894 (4), en el que se reseña la salida procesional de la hermandad del Señor de la Columna desde el citado templo carmelita del barrio del Perchel. En el breve texto se informaba de que la hermandad apenas tenía seis meses de existencia, por lo que deducimos que su creación se produjo en las semanas finales del verano de 1893, tal y como se ha dicho. Aquella primera salida procesional desde la iglesia del Carmen se produjo sobre las nueve de la noche, después de haber deliberado sobre la idoneidad de efectuarla a causa del fuerte viento que reinó aquel Jueves Santo 22 de marzo de 1894. La nueva cofradía de la Columna procesionó junto a la de Jesús de la Misericordia, que según indicaba el periódico local no lo hacía desde hacía ocho años, regresando a su templo sobre las dos de la madrugada. El cortejo de la Columna estaba compuesto por nazarenos que vestían túnica blanca con peto encarnado o rojo. Se añadía el detalle estético del faldellín o paño de pureza textil de color blanco con fleco de oro donado por la camarera de la imagen, doña María Chavero Aguilar. No se informaba acerca del trono sobre el que figuró el Cristo, aunque sí daban detalles sobre el del Nazareno de la Misericordia.
Pocas noticias debieron conocerse acerca de esta corporación penitencial y corta debió ser su existencia para que no fuese recogida en la célebre obra escrita por el Padre Andrés Llordén y Sebastián Souviron (5). Según algunos estudiosos sobre la historia de la Semana Santa de Málaga, su fundación pudo tener paralelismos con la de otras corporaciones de su época, como es el caso de la hermandad de Jesús del Gran Poder de la iglesia de Santiago organizada en 1892 por jóvenes de la burguesía local, en un intento de revitalizar la por entonces decadente economía de la ciudad y su Semana Santa (6). Asimismo, en 1891 había sido inaugurada la nueva calle del Marqués de Larios, símbolo de la modernidad de la urbe y eje burgués de su comercio y de su deseada prosperidad, vía que enlazaba el Puerto con la plaza mayor de la ciudad, lo que supuso el abandono de las estaciones a la Catedral y del consiguiente uso procesional conocido hasta entonces, siendo sustituido por el paso por la nueva y elegante calle. No sería descabellado pensar que todo ello incentivase en cierta medida la fundación de nuevas corporaciones penitenciales, entre las que se pudo hallar la del Señor de la Columna. La imagen del Cristo se veneraba en el antiguo templo carmelita desde el siglo XVII, según averiguó Aldo Durán en su estudio acerca de esta hermandad (7). En efecto, a tenor de dicha información, tras el terremoto de 1680 que destruyó la iglesia del antiguo convento de San Andrés (hoy dedicada a la Virgen del Carmen), los frailes carmelitas entregaron una capilla a un tal Carlos Colichet del Portal y su esposa, describiéndose su ubicación en el templo en el lado del Evangelio junto a la capilla mayor y la del Cristo amarrado a la Columna (8). No obstante, no hemos de descartar que la imagen que fue objeto de la organización de la hermandad en 1893 podría haber sido otra, aunque parece poco probable. De nuevo, hemos de referirnos a la investigación del estudioso antes citado y de su imprescindible página Historias de la Semana Santa de Málaga para informar acerca de la actividad devocional que la imagen del Cristo de la Columna tuvo durante la segunda mitad del siglo XIX, habiendo procesionado en rogativas el 2 de mayo de 1860 por el fin de la epidemia de cólera, haciéndolo junto a las imágenes de Santa Teresa de Jesús, la Virgen del Carmen y el Cristo de la Misericordia, según recogió José Luis Estrada y Segalerva en sus Efemérides malagueñas (9). En las guías de la ciudad que tanta acogida tuvieron a finales de la citada centuria y también con posterioridad, aparecían breves descripciones de los templos, informando en la de 1898 acerca de la capilla que presidía la imagen en la nave del Evangelio, tal y como hacía en el siglo XVII como hemos visto (10).
La cofradía recién creada en 1893 y cuya primera procesión se celebró en 1894, comenzó un pronto declive en su salida del Jueves Santo de 1895, donde La Unión Mercantil informaba del escaso número de nazarenos y de la incomparecencia final de la banda de música que había de acompañar al «paso» (11). Pese a volver a procesionar entre 1898 y 1900, la cofradía entró en una etapa de inactividad y de abandono. La imagen quedó en su capilla donde siguió recibiendo las oraciones de los fieles hasta la mañana del martes 12 de mayo de 1931. Aquella mañana, una turba que procedía del asalto a la vecina iglesia de San Pedro, irrumpió en la del Carmen con la misma intención destructora, destrozando todo lo que encontraba a su paso. En la plaza de Toros Vieja, ante la iglesia, los desalmados fueron amontonando toda clase de objetos, enseres, muebles y, por supuesto, imágenes, tanto pictóricas como escultóricas, con idea de prenderles fuego, siguiendo el patrón establecido desde las primeras horas de la noche. A aquella sacrílega pira debió ser arrojado el Señor de la Columna junto a otras devociones del barrio del Perchel, como la Virgen del Carmen o el Cristo de la Misericordia. A tenor del catálogo de obras destruidas y desaparecidas de la iglesia, tanto la capilla como el Cristo de la Columna fueron destruidos. Nada más se supo de aquel antiguo Cristo.

Empero, el destino guardaba una feliz noticia después de la tremenda oscuridad que trajeron consigo los sucesos de 1931. En el año de 2005, el historiador de arte Eduardo Nieto tuvo la fortuna de localizar a la antigua imagen de Jesús de la Columna…, o lo que quedaba de ella. El también fotógrafo, tuvo noticia de la conservación del busto y el brazo derecho de la escultura, con la ausencia de la mano y con los evidentes signos del maltrato que sufrió la efigie durante su profanación. Los arañazos y desconchones así como las grietas mostraban la violencia que debió adueñarse del espíritu de los asaltantes. Nieto publicó una fotografía de la testa del Cristo en la portada de la revista cofradiera La Cruceta de Málaga aparecida en julio de 2005 (12). En el interior de la publicación se informaba acerca del destino que tuvieron los restos de la imagen. En la trágica mañana del 12 de mayo de 1931, un trabajador de la aceitera Larios de nombre José Ruiz, tomó lo que quedaba de la talla y la ocultó en el almacén de aceite en el interior de una forja (13). Más tarde, el Cristo fue trasladado a un cortijo familiar en las proximidades de Algarrobo, en la Axarquía, donde ha permanecido desde entonces venerado en el interior de una urna (14).

Desconocemos el número de fotografías que Eduardo Nieto disparó cuando tuvo la oportunidad de contemplar en persona al hermoso Jesús de la Columna de la iglesia del Carmen, aunque hemos de pensar que debieron ser algunas. Hasta el día de hoy sólo hemos conocido la que ilustró la portada de la citada publicación. En cambio, hace un par de años, de forma y manera sorpresiva y fortuita, un anónimo amigo y cofrade tuvo la generosidad de enviarnos una valiosa serie fotográfica del antiguo Cristo. No recordaba su procedencia. Desde entonces las hemos custodiado en nuestro archivo a la espera de encontrar el tiempo y la dedicación necesarias y merecidas para darlas a conocer. En esta jornada tan tristemente especial en la que los amantes de la historia y el patrimonio de Málaga, así como de las devociones de nuestros ancestos, y por supuesto de nuestras hermandades y cofradías, estas instantáneas salen a la luz para ilustrar la enorme injusticia que vivió nuestra ciudad hace más de noventa años. Estas fotografías muestran con todo lujo de detalles la severidad de los asaltos iconoclastas y el grado de destrucción que tuvieron. La crudeza de los mismos y su violencia se puede comprobar al observar el estado en que quedaron las piernas de la imagen del Cristo de la Columna, absolutamente destruidas, convertidas en madera carbonizada. Toda esta tristeza y resignación torna en dulzura al mirar los bellos y melancólicos rasgos de la cabeza del Redentor, cuyas mejillas evocan las lágrimas que las surcaron y cuyos ojos aún conservan algunos restos de las pestañas. Un magnífico y valioso hallazgo este antiguo Cristo carmelita amarrado a la Columna, cuya conservación debe de servir para ejemplo de lo que nunca debió de suceder y que jamás ha de repetirse.
Notas:
(1). VAREA FERNÁNDEZ, DAVID J., Los sucesos de mayo de 1931: hipótesis y reflexiones, en «El cofre de Al-motamid», http://www.almotamid.com, Málaga, 12-5-2020.
(2). Tras los sucesos de mayo de 1931 algunas hermandades no lograron revitalizarse y desaparecieron. Algunas de ellas fueron reorganizadas a partir de finales de los años setenta del siglo XX. Podemos recordar los casos de cofradías como los Viñeros, el Traspaso y Soledad de Viñeros, el Descendimiento, la Columna, la Humildad, el Prendimiento, etc, si bien, algunas de ellas en 1931 ya se encontraban en un periodo de decaimiento.
(3). http://www.nosoloalameda.es, Hermandad de Ntro. Padre Jesús de la Columna (Carmen), Málaga, 22-11-2014 (consultado el 11 de mayo de 2022).
(4). La Unión Mercantil, Málaga, 23 de marzo de 1894.
(5). LLORDÉN SIMÓN, A. y SOUVIRON UTRERA, S., Historia documental de las cofradías y hermandades de pasión de la ciudad de Málaga, Excmo. Ayuntamiento, Málaga, 1969.
(6). http://www.nosoloalameda.es, Op. cit.
(7). Idem.
(8). Idem. También en LLORDÉN SIMÓN, A., Escultores y entalladores malagueños. Ensayo histórico-documental, Ávila, 1960, p. 262 (Escribanía de Miguel Antonio de Saavedra, 1 de octubre de 1691).
(9). Idem.
(10). Idem.
(11). La Unión Mercantil. Málaga, 12 de abril de 1895.
(12). La Cruceta de Málaga, Málaga, 2005.
(13). Idem.
(14). Idem.